De la Lucha al Éxito
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Tengo un amigo que enseña en la escuela dominical en una parroquia local. A menudo me cuenta historias divertidas sobre las preguntas que le hacen sus alumnos de segundo grado sobre Dios. No son como las preguntas que hacemos—sino que están llenas de simple curiosidad. Quieren saber cosas como dónde vive Dios y qué comerán en el cielo.
Si bien estas preguntas suelen ser divertidas, también demuestran algo bastante poderoso: la gran fe de los niños. No sienten la necesidad de preguntarle a Dios si existe, qué sucede después de la vida en la tierra o cualquier otra pregunta abrumadora. Los niños de la clase de la escuela dominical de mi amigo, en cambio, dan testimonio de su gran fe al compartir sentimientos honestos y sinceros. ¡Es el ejemplo perfecto de fe infantil!
Es fácil confundir a ser infantil con lo infantil. Ser infantil tiene una connotación negativa y, a menudo, se refiere a rasgos como la inmadurez, el egoísmo o la maldad. Estos rasgos no son los que esperamos tener como cristianos. Pero infantil es diferente. En cambio, describe las muchas cosas hermosas de los niños. Se refiere a cosas como la inocencia, la curiosidad y el asombro.
“El que se humilla como un niño es el mayor en el reino de los cielos”
– Mateo 18:4
La fe que es como la de un niño es el tipo de fe que debemos tener. Cuando la fe es como la de un niño, se llena de vida. ¡La fe infantil es verdaderamente una cosa hermosa! Como dijo Jesús, “El que se humilla como un niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:4). En este pasaje, Jesús se refiere a un atributo de los niños que a menudo se pierde en los adultos: la humildad. Nos desafía a vivir vidas más humildes y sin pretensiones—¡algo que va en contra de lo que la cultura a menudo nos dice que hagamos! Estamos llamados a ser honestos con Dios en nuestras palabras y oraciones, al igual que los niños.
Este mes, espero que consideres asumir el desafío de pensar y orar más como un niño. Al principio puede parecer descabellado, pero trate de recuperar la humildad, la honestidad y la inocencia que acompaña a la fe infantil. ¡Puede que te sorprendan los resultados!
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