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Con el Domingo de Pascua, nuestro viaje por la Cuaresma, un tiempo en el que se nos invita a acercarnos más al Señor a través de las disciplinas de la oración, el ayuno y la limosna, ha terminado. Durante la Semana Santa nos preparamos para celebrar el Triduo y la Resurrección de Jesús.
El Jueves Santo conmemoramos la Última Cena, el Lavatorio de los Pies y la institución de la Eucaristía. En la Última Cena Jesús nos recuerda que nos amemos unos a otros como él nos ha amado.
Cuando me imagino la Última Cena, la imagen que me viene a la mente es la del cuadro clásico de Leonardo da Vinci. En el cuadro vemos a Jesús sentado con sus doce discípulos, todos hombres que viajaron con él a Jerusalén en sus últimas horas. Lo que no vemos en este cuadro son las mujeres buenas y santas que son centrales en la historia de la Semana Santa.
Durante la Semana Santa de este año, llevamos a cabo servicios de oración y celebraciones de Pascua para nuestros jóvenes en Mercy Home. La Semana Santa de este año coincidió con la última semana del Mes de la Historia de la Mujer. A lo largo del mes, honramos a mujeres de diversos ámbitos de la vida—aquellas mujeres que han marcado una profunda diferencia en el mundo y en nuestras vidas. Nuestras reuniones de Pascua de este año nos ofrecieron una oportunidad especial para centrarnos en las mujeres, particularmente en aquellas mencionadas en las Escrituras mientras celebramos el Triduo.
En mi reflexión, hablé de la tremenda responsabilidad que aceptó María de Nazaret cuando el ángel Gabriel se le acercó en la Anunciación. El ángel le dijo que ella era la favorecida entre todas las mujeres para ser la madre de nuestro Salvador. María amó y cuidó a Jesús durante toda su vida y lo acompañó en los acontecimientos que contamos durante la Semana Santa. María lloró al pie de la cruz mientras su amado Hijo era crucificado.
Nuestras reuniones de Pascua de este año nos ofrecieron una oportunidad especial para centrarnos en las mujeres, particularmente en aquellas mencionadas en las Escrituras mientras celebramos el Triduo.
También en mi reflexión, hablé a nuestros jóvenes sobre Santa Verónica, cuyo nombre nunca se menciona en la Biblia, pero cuya compasión está inmortalizada en la Sexta Estación de la Cruz. Santa Verónica se encontró con Jesús mientras llevaba su cruz al Calvario. Movida por la compasión y el amor por él, Verónica usó su propio velo para limpiar el rostro de Jesús que estaba cubierto de sangre, sudor y suciedad.
La tradición sostiene que la imagen del rostro ensangrentado de Jesús quedó sobre el velo. La misma imagen demuestra profundamente los sufrimientos de Cristo por nuestro descarrío. En este momento, somos testigos de la valentía, la compasión y la bondad de Santa Verónica. ¿Puedes imaginar? ¿Tendrías el coraje?
En medio de los empujones y los gritos de los espectadores y los intimidantes soldados romanos que llevaban a Jesús a su ejecución, Verónica salió y mostró compasión a Jesús mientras caía bajo el peso de la cruz. Verónica arriesgó su propia seguridad y se liberó de la multitud para aliviar el sufrimiento de otra persona.
¿Puedes imaginar? ¿Tendrías el coraje?
Otra discípula fiel sobre la que reflexioné durante el servicio de oración fue Santa María Magdalena. Ella estuvo con Jesús durante todo su ministerio y fue testigo de sus milagros, su muerte, sepultura y resurrección.
Leo a nuestros jóvenes el pasaje del Evangelio de San Juan que narra la llegada de María al sepulcro a primera hora de la mañana. María había ido al sepulcro para completar la unción del cuerpo de Jesús. Cuando llegó, encontró que la piedra que cubría la entrada del sepulcro había sido quitada.
María corrió y les dijo a Pedro y a Juan, “Lo han sacado del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.” Pedro y Juan corrieron hacia la tumba; encuentran que la tumba está vacía excepto por los lienzos funerarios. No pudieron captar el verdadero significado de lo que vieron.
Más adelante en el Evangelio, María cuenta cómo vio dos ángeles en la tumba que le preguntaron por qué lloraba. Ella respondió, “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo pusieron.” En ese momento, María se vuelve para ver a Jesús resucitado, quien le dice que les cuente la buena noticia a los discípulos. María fue la primera en proclamar la buena nueva del Señor Resucitado.
Estas tres mujeres buenas y santas sobre las que reflexioné son tremendos ejemplos de cómo debemos vivir nuestra fe como discípulos del Señor Resucitado.
Pedí a nuestros jóvenes que reflexionaran y estuvieran agradecidos por todas las mujeres increíbles en sus vidas, incluidas mis compañeras de trabajo. Terminé mi reflexión agradeciéndoles las muchas maneras en que encarnan las enseñanzas de Jesús a través de sus propios actos de bondad hacia los demás durante el tiempo y el año de Cuaresma.
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